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Laura Sánchez Gil, Colombia

¨¿Escribir sobre feminismo? ¿Qué tengo yo por decir?, pensé. Pero ahora creo que tenemos mucho por decir, sobre todo cuando es nuestra historia la que siempre se ha callado. Y qué importante empezar por acá, por ir descubriendo la propia historia.¨


Ilustración de Antonia Johnson, Chile.


Una compañera de trabajo le reclamó a un compañero por una broma que le hizo a otro. Básicamente se burló del color rosa de su camisa. La imprudencia, el reclamo, el silencio después del reclamo, la incomodidad de mis amigos - el de la broma, el de camisa y el de otros que también lo pensaron-. Las risas imprudentes, las personas que todavía no entendíamos por qué estuvo mal, si sólo fue una “broma”, un “inofensivo comentario”. Fue tema para toda la oficina.


Mientras, entre gracia y asombro, muchas personas comentamos la anécdota, no sabía que esta conversación estaba abriendo mi puerta de entrada a un mundo de conversaciones, saberes y nuevas prácticas por descubrir.


En mi proceso de adaptación después de salir de mi casa en Colombia, y en el camino de formar una familia en Chile, me hice de nuevas amigas y dentro de ellas reconocí a dos o tres muy especiales: “las feministas” del grupo.


Me fuí acercando al tema a través de ellas, de nuevas conversaciones, nuevas perspectivas. En todas me recuerdo callada, expectante e incluso incómoda por momentos. Al principio intentando entender, después asimilando y reconociendo en mí, en mi historia, muchas de las inquietudes, reclamos, angustias y anécdotas que se planteaban. A veces eran hechos cotidianos, otras veces conversaciones más teóricas, todas con muchos matices y detalles que me mostraban un nuevo y amplio enfoque desde el cual mirar la realidad.


Ese grupo de feministas defendía algo con lo que me sentía muy de acuerdo. Pero era algo que aún se seguía sintiendo distante a mis convicciones personales vinculadas al trabajo por pobreza, ciudadanía y otras temáticas que para ese momento creía distantes del tema de género. Decidí conocer un poco más sobre el tema, así que tomé una clase electiva sobre género en la maestría.


Jamás olvidaré esa noche. Llegué cansadísima a mi casa después del trabajo, no quise entrar, me quedé caminando en la plaza. Estaba muy cansada, física y mentalmente. No pude evitar llorar, tenía que reconocer lo que me estaba afectando: Un grave conflicto familiar que no sabía manejar y porque ahí estaba yo, luchando por ignorar lo mucho que me estaba costando ser mujer en un círculo de decisión masculino en mi trabajo.


Esa noche no lloré por tristeza, lloré de cansancio y de rabia; estaba viendo desigualdad de género en mi familia, en mi trabajo, en mi universidad, en mis redes sociales, EN TODO. Me agoté. ¡Qué fuerte cuando ves desigualdades de género en todo!, le dije a una amiga; eso pasa cuando te pones los lentes violeta del feminismo, me dijo ella. Y sí, no sólo tenía los lentes puestos, esa realidad que estaba viendo me dolía y me afectaba. ¿Cómo no lo vi antes? ¿Cuánto tiempo lo ignoré? ¿Cómo es tan invisible para algunas personas? Ese día me descubrí feminista.


Entre papers, documentales, conversaciones con amigas, con amigos y reflexiones personales, comencé a surfear entre ideas enormes que me cuestionaban, replanteaban desde los aspectos más básicos y cotidianos de mi vida hasta los más estructurales y profundos de la sociedad que conozco.


Al principio doloroso: si bien llevo bastantes años trabajando y estudiando sobre la desigualdad, no fue fácil reconocerme y reconocer a muchas en el lado oprimido ante las desigualdades de poder.


Sin embargo, mientras este viaje avanza y me reconozco en él, me voy sintiendo libre, conocedora, empoderada y dueña de mi historia junto a muchas otras que van viajando conmigo. Creo que no hay palabras para expresar esa sensación de libertad. Como todo viaje, sigo descubriendo, observando y cuestionando. Definitivamente hay un mundo por reconfigurar.


En medio del viaje una amiga me invitó a este proyecto ¿Escribir sobre feminismo? ¿Qué tengo yo por decir?, pensé. Pero ahora creo que tenemos mucho por decir, sobre todo cuando es nuestra historia la que siempre se ha callado. Y qué importante empezar por acá, por ir descubriendo la propia historia.


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