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Fiorela Gil Mena, Perú

"Me costó mucho entender todo lo que conlleva la palabra feminista y la gran responsabilidad que representa."




Ilustración de Romina Yévenes Biénzobas, Chile


Nací en Lima, la capital de Perú, y si bien se espera que sea un lugar más desarrollado, no es fácil ser mujer. La reciente pandemia del COVID-19 nos trajo situaciones que demostraron que, a pesar de ser el siglo XXI, el abuso del patriarcado sigue latente.


El presidente Martín Vizcarra dispuso salidas por género. Lo que quería decir que los lunes, miércoles y viernes salían los hombres; mientras que martes, jueves y sábado las mujeres. Domingos, nadie salía.


Durante esos días, los mercados lucían abarrotados cuando las mujeres salían. Mientras los lunes, miércoles y viernes, las calles estaban vacías o solo se veía algunos hombres confundidos porque no sabían la diferencia entre perejil y culantro. Y en redes sociales, muchos memes que dejaron de ser graciosos. Esta medida, no funcionó y tuvo que levantarse.


Cuento esto, porque recuerdo mi infancia llena de frases como que las niñas juegan con la cocinita, los hombres con la pelota; las niñas visten de rosa, los niños de azul. Incluso, parte de mi infancia trae el recuerdo de cuando fui a jugar fútbol con mis primos y, tras la primera patada de gol, sentí como la mano de mi tía llegó a mi oreja, buscando jalarme a casa para ver la novela junto a ella.

Ante ese intento fallido de entender qué pasaba con “María la del Barrio”, “Marimar” o “Betty, la fea”, me refugié en los libros. Claro, no pude ser como la jugadora estadounidense Alex Morgan, pero leí muy buenos libros por aquellas épocas.


Desde ese momento, y con la ayuda de algunos libros me cuestioné muchas cosas. ¿Por qué tenía que ver esas novelas? ¿Por qué no podía jugar fútbol? ¿Qué había de malo en patear una pelota? ¿Por qué a mi primo lo criticaban por querer jugar conmigo y mis muñecas?


Mientras crecía me hacía más preguntas, que me ocasionaron algunos problemas en la escuela; incluso, algunos ceros en las libretas. “A veces es mejor quedarse callada”, decía mamá, al ver mi 05 por preguntarle a mi profesora de religión, ¿qué es la fe?


Crecí aún más y mi lucha era algo personal. Papá se había ido porque quería un hijo hombre. Somos tres hermosas hijas mujeres que al parecer no llenaron sus expectativas. Lo tuvo con otra señora, que se encargó de decirle a mamá que ella le había dado el hijo hombre que papá quería. Machismo puro de una mujer.


Con el tiempo y por ironías de la vida, mamá volvió con papá, una segunda oportunidad que ya acabó, pero en el entretiempo de esa relación tuvieron al hijo varón que tanto deseó él, el pequeño Joaquín, de hoy casi 10 años, que sólo sabe hablar de fútbol.


Estos últimos años, más casos de feminicidio salieron a la luz en Perú, y digo que salieron a la luz porque la violencia a la mujer siempre ocurrió, solo que no era denunciado ni visibilizado. Aquella mujer que se callaba y no decía que su esposo le jalaba los cabellos o gritaba, hoy se vuelve fuerte frente a todos para denunciar, buscando velar por su vida y por la de sus hijos.


Los medios de comunicación cumplimos una importante labor en temas de visibilizar las denuncias y casos de violencia contra la mujer. Una responsabilidad que quizá todavía nos sobrepasa. Nos falta mucho por aprender y, tal vez, cometemos errores al informar casos tan sensibles como el asesinato a una mujer a manos de pareja o de algún sujeto que nunca entendió el significado de NO.


Ya ejerciendo la profesión y viendo cómo las noticias de violencia llenaban las salas de redacción, llamó mucho mi atención la palabra feminista, que a mi primer entender eran aquellas mujeres que salían a reclamar a las calles, con carteles, pidiendo justicia por la amiga o conocida que habían asesinado o desaparecido sin explicación. Pero había una historia detrás de todas esas mujeres que los libros de Chimamada Ngozi, Yo No Era Feminista, Nuria Valera, entre otras autoras feministas, me mostraron.


Me costó mucho entender todo lo que conlleva la palabra feminista y la gran responsabilidad que representa. Incluso, ahora, puedo decir que hay muchas historias a lo largo de mi niñez y juventud que me hicieron reflexionar y que las recuerdo, ya no con rabia ni con temor, sino como una enseñanza para tomar consciencia de lo que el feminismo trata, la lucha por la igualdad de derechos en un mundo heteropatriacal.


En mi país, hoy las mujeres peruanas estamos más fuertes, más valientes. Nadie nos callará hasta que podamos vivir tranquilas, hasta que no nos falte ninguna, hasta que dejemos de tener miedo de caminar solas por la calle ni nos acosen por la ropa que usamos, hasta que tengamos los mismos derechos y oportunidades, hasta que obtengamos el mismo salario por la misma labor.


Tenemos muchas frases que nos representan como "Vivas nos queremos", "Tocan a una tocan a todas" o "Somos feministas, seámoslos siempre". Aún hay mucho trabajo por hacer, pero la clave está en desaprender para aprender, ahí vamos. ¡A luchar!

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